18 octubre 2006

el peluquero asesino

Archivos del crimen. Audomira Rodríguez fue ultimada con el arma con que encaró a su arrendatario cuando vio que le robaba dinero. Ambicioso peluquero asesinó a la rentista más respetada de San Fernando. Consumado el crimen, Juan Olea viajaba a ver a su pareja a Argentina y al regresar les preguntaba a los mismos policías por el paradero de su ‘amiga'. Después de ocultar el cuerpo en la ribera del río Tinguiririca, volvió a dejar la camioneta en el garaje de la casa.
Como cada 8 de diciembre, el feriado de la Inmaculada Concepción de 1994 agolpó a los católicos en las parroquias e iglesias de todo el país. La cercanía de la Navidad comenzaba a marcar, como de costumbre, el vertiginoso fin del calendario.
San Fernando no fue la excepción. Ayudaba la temperatura ambiente de la zona, que subía con la llegada del verano. Pero el diario vivir continuaba y con él las responsabilidades de todo el mundo. Ese era el escenario en que se desenvolvía el peluquero Juan Olea Gallardo, un profesional del corte, teñido y los cachirulos muy reconocido entre su clientela. Su peluquería "Jhovanni" estaba ubicada en la céntrica avenida Manuel Rodríguez. No era propietario del local, sino que lo había arrendado a una antigua dama de la zona, Audomira del Carmen Rodríguez Castro (84), respetada dueña de inmuebles sujetos a arriendo a personas naturales y empresas.

Se Llevaban Bien

La rentista había comenzado una relación comercial con Olea en 1992, cuando el peluquero llegó a la zona. Quería ubicarse en un lugar privilegiado para hacerse de una clientela fiel.
En un principio todo marchó bien. La mayor parte de las veces Juan Olea cumplía sagradamente los pagos y otras se atrasaba un par de días porque las clientas se demoraban en cancelar su servicios, pero todo lo regularizaba con prestancia. Nada de esto era obstáculo para seguir instalado en el lugar, a pesar de que la rentista a veces le hacía sentir el tirón de orejas. Sabido era que se trataba de una mujer de carácter fuerte, sobre todo con personas que le eran sólo conocidas por cosas comerciales.

La Tentación
El caluroso 8 de diciembre de 1994 Olea llegó como de costumbre a pagar el arriendo. Audomira del Carmen Rodríguez, como era normal, se encontraba sola en su residencia, en la intersección de calles Chillán y España. Era un caserón antiguo de tres amplias habitaciones.
La mujer abrió la puerta a Olea, quien le entregó sólo una parte del arriendo, lo que fue aceptado por la arrendataria con el compromiso de cancelar la diferencia en los próximos días. Con paso lento, por el peso de los años, la mujer se dirigió a guardar el dinero en un cajón. Esto fue visto por el peluquero, quien se dio cuenta que habían numerosos billetes. La veterana fue a buscar el recibo a una pieza contigua, separada del living por un vidrio polarizado, instante que Olea aprovechó para abrir el cajón e intentar robar la plata, sin darse cuenta que era observado detrás del cristal.

Trágico Final

Audomira del Carmen regresó rauda a la habitación y lo encaró armada con un revólver, pero Olea, de 1,80 de estatura, se movió más rápido, le arrebató el arma y la golpeó. Luego intentó estrangularla sin éxito, razón por la cual la arrastró al patio, se hizo del revóver y le disparó a quemarropa. Inmediatamente envolvió el cuerpo en una frazada y lo amarró con un alambre.
En la casa había una camioneta, cuyas llaves fueron halladas por Olea. Una vez en ella, y con el cuerpo de la mujer en el asiento del copiloto, se dirigió hasta la ribera norte del Río Tinguiririca, a 2 kilómetros de San Fernando. Para asegurarse de que la anciana rentista estaba muerta, la remató con otro tiro y luego tapó sus restos con un cerro de piedras. El peluquero abandonó el lugar conduciendo la camioneta y se tomó la molestia de estacionarla en el garaje de la casa donde había ultimado a su víctima. Antes de huir robó una chequera y 4 mil dólares. Tras ser detenido y confesar su crimen (ver nota secundaria), Juan Olea Gallardo fue condenado a 20 años de presidio, pena que cumple en la cárcel de Rancagua.

Ya Se Ganó la ‘Dominical'

Transcurridos algunos meses de su captura se produjo una fuga en la cárcel de San Fernando, ocasión que Olea aprovechó para intentar el escape.
Lo pillaron corriendo a pocas cuadras del penal y apenas lo llamaron por su nombre se detuvo y se entregó mansito. El tiempo pasó y el ex Presidente Bill Clinton llegó de visita a Chile, dándose un tiempo para conocer la rehabilitación penitenciaria. Ahí Olea le mostró sus dotes de artesano. La dirección de Gendarmería informó a La Cuarta que Olea ya goza de salidas dominicales.

Viajaba A Mendoza A Dejar Dólares, Pero Se Pisó la Cola

Dos días después de ocurrido el salvaje asesinato, a una sobrina de la rentista Audomira del Carmen Rodríguez, que trabajaba en el Poder Judicial, le llamó la atención que se inerrumpiera el contacto que casi a diario mantenía con su tía. Presintió que algo grave había ocurrido y decidió dar aviso a la policía.
Mientras tanto, el peluquero se dedicó a viajar constantemente a Mendoza para llevarle dólares a su conviviente. Para no despertar sospechas, volvía a San Fernando e incluso se acercaba descaradamente a las unidades policiales a preguntar por su amiga desaparecida. Sin embargo, tuvo la mala ocurrencia de llenar un cheque del talonario robado e intentó cobrarlo con una firma que a todas luces se notaba falsa. Esto provocó su caída. Juan Olea fue interrogado por Carabineros, pero quedó en libertad. Creyendo que había sorteado el difícil escollo, abandonó la unidad policial, pero afuera lo esperaban funcionarios de Investigaciones y nuevamente fue detenido. Los efectivos policiales de la época explicaron que el peluquero siempre fue uno de los principales sospechosos. Recuerdan que "una de las principales pistas fue el cheque que pretendió cobrar con una firma falsa". Acerca de la existencia del vidrio polarizado, sostienen que la veterana lo construyó para su seguridad. "Fue así como vio al peluquero cuando le sacaba el dinero que le había cancelado por el local que le arrendaba", señalaron los policías a cargo del caso. Olea confesó el crimen paso a paso y el 23 de diciembre de 1994 acompañó a sus captores a la zona del río Tinguiririca donde había depositado el cuerpo, el que fue hallado bajo las piedras.
[Marcelo Romero G. ]
[18 de octubre de 2006]

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©la cuarta]

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